El pensamiento estratégico es la plataforma para
la toma de decisiones necesarias, esta ideología incorpora elementos como los
valores, misión, visión y destreza; con este instrumento nos permite indagar a
los individuos que ocupan cargos de dirección.
Del mismo modo el pensamiento estratégico es un constructos psicológicos y como tal su medición implica inferir sobre
sus atributos o propiedades, a la par de requerir reglas claras y precisas que
den una buena aproximación de su magnitud; por eso es concebido como aquel tipo
de pensamiento que posee un individuo capaz de crear perspectivas para aprovechar las oportunidades y de
diferenciarse de los otros en forma deliberada y conveniente a sus propósitos;
asimismo, permite producir el reconocimiento de esos otros, al punto que pueda
ser considerado exitoso por su forma singular de actuar y obtener resultados
(Cardozo, 2007).
El ser gerente engloba, no sólo las capacidades
requeridas para el ejercicio de la actividad (logros de rendimiento), sino
además de un conjunto de comportamientos tales como: facultad de análisis, toma
de decisiones, transmisión de información, entre otros, que garanticen la
posición de la empresa y la perspectiva del negocio.
Al distinguir un pensamiento estratégico, se
evidencia a través de las manifestaciones de comportamientos orientados por
metas de manera consciente y deliberada, acondicionados con capacidad de
resolver problemas singulares en la búsqueda permanente apoyados en los siguientes procesos: a) cognitivos (creencias)
de innovación y retos, b) afectivos (sentimientos) desde una perspectiva de
futuro y c) de ensayo y reflexión, en constante aprendizaje.
La investigación propuesta por Cardozo Sánchez
Neyda Teresa, Ugueto Maldonado Martha Graciela, Pérez Lobo Freddy Gonzalo, Infante
Colmenares Cora Evelyn se contempla en las siguientes fases:
a) Operacionalización del constructo.
b) La realización de la prueba piloto.
c) El estudio técnico.
Estos espacios lo conforma por el análisis de los ítems,
la estimación de la confiabilidad de la medida, el estudio de la validez del
instrumento y la estandarización y la normalización de la escala.
Esta indagación se hizo mediante una escala, construyendo una serie de ítems que reflejan
una actitud positiva o negativa acerca de un estímulo o referente. Cada ítem
está estructurado con cinco alternativas de respuesta, tales como: totalmente
de acuerdo, de acuerdo, Indiferente, en desacuerdo y totalmente en desacuerdo.
La unidad de análisis que responde a la escala, marcará su grado de aceptación
o rechazo hacia la proposición expresada en el ítem. Los ítems por lo general
tienen implícita una dirección positiva o negativa.
Primero se procedió a identificar los indicadores, que permitían evaluar las dimensiones
descritas en la aproximación teórica utilizada, como fundamento de la
investigación: sus saberes, perfil gerencial, relaciones de asociatividad y
toma de decisiones; luego estos indicadores están constituidos por 65 ítems. Los ítems consisten en proposiciones que
expresan una idea positiva, respecto al fenómeno que interesa conocer y la
apreciación que tienen los gerentes sobre estos, se recoge a través de escalas
tipo Likert.
Con el resultado obtenido se observa que el
puntaje mínimo obtenido es de 94 y el máximo es de 158 puntos, lo que indica
que la curva es asimétrica, es decir, que la mayoría de sujetos de la muestra
piloto obtuvieron puntajes en la mitad superior de la escala del instrumento.
Igualmente, la mediana de la muestra que
corresponde con el cuartil Q2 (50%) es igual a 137,5 lo que implica que una de las calificaciones en la escala estén por encima
de este valor, puede decirse que son personas que poseen un buen nivel de
presencia de pensamiento estratégico,
mientras que los que estén por debajo del mismo, no reflejan poseer suficientes
comportamientos que evidencien la presencia de este.
En este artículo se planteó como objetivo: diseñar un
instrumento, estadísticamente confiable, que permita medir los niveles de
presencia del pensamiento estratégico.
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